miércoles, 3 de agosto de 2011

¿Quién vive dentro de mi cerebro?


Hace años (1998) publiqué en el extinto suplemento de libros  Hoja por hoja esta reseña, que hoy recupero. 

¿Quién vive dentro de mi cerebro? 

Reseña de El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, de Oliver W. Sacks 

México, Muchnik Editores/Océano 
(El ojo infalible), 1985. 
isbn 970-651-150-4 

Martín Bonfil Olivera




Los libros cuyo tema es la ciencia normalmente se inclinan hacia uno de dos extremos. Unos se centran en los conceptos científicos y nos presentan una explicación más o menos detallada y comprensible de alguno de ellos: la evolución, la relatividad, la contaminación... Otros son libros verdaderamente literarios, en el sentido de que no contienen realmente ciencia, sino literatura. Primo Levy, Alan Lightman, Italo Calvino son ejemplos de esta –no tan común– vertiente.

Entre los comunicadores de la ciencia es perpetua la discusión sobre hacia cuál de estos extremos debe tender su actividad. Podríamos decir que la divulgación de la ciencia se debate entre concentrarse en la forma –lo literario– o el fondo –los conceptos científicos.

Y sin embargo, El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, el más famoso libro de Oliver Sacks, nos viene a mostrar que hay una tercera vertiente: la de la ciencia que es literatura.

Es sabido que los médicos, por tradición, siempre han escrito bien. Su profesión se presta a ello: entre las historias clínicas y los relatos, y entre éstos y la literatura sólo hay pequeños saltos (aunque no cualquiera pueda darlos).

Pero Sacks va más allá. Nos muestra con claridad cómo un médico construye relatos para tratar de encontrar algún sentido -médico, humano- en los padecimientos de sus pacientes. Y cómo en esta búsqueda crea a la vez una obra literaria y una explicación científica de estas enfermedades (que uno duda en calificar de “nerviosas” o “mentales”, y a veces incluso de “enfermedades”). Como lo expresa en la introducción, “me interesan en el mismo grado las enfermedades y las personas... hemos de profundizar en un historial clínico hasta hacerlo narración o cuento; sólo así tendremos un ‘quién’, además de un ‘qué’ ”.

Nos sumerge así en una serie de relatos en los que aparecen los protagonistas más inverosímiles... Encontramos, además del caso que da título al libro, a un individuo que cree que su pierna es un objeto extraño, ajeno… Otro que ha perdido la memoria, y vive eternamente en 1945… Una mujer que ha perdido la sensibilidad de su cuerpo. Encontramos también a Hildegarde, la abadesa de Bingen que creó bellísima música y cuyas visiones celestiales seguramente eran en realidad manifestaciones de su epilepsia. Y muchos más, todos ellos igualmente “marcianos”, como lo expresa el autor.

Pero más allá de lo sorprendente, el libro provoca una sensación de profunda inquietud, pues sus casos nos ponen frente a frente con el problema mismo de la identidad. ¿Quiénes somos? ¿Somos sólo nuestro cerebro? ¿Vivimos dentro de él? Los extraños casos de Sacks muestran cómo se desmoronan partes del yo que solían considerarse esenciales, partes más de la psicología que de la neurología, y nos deja claro que lo mecánico, lo físico, lo biológico forma parte más íntima de lo que somos como individuos, de nuestro yo, de lo que normalmente se piensa. Sólo puedo comparar esta sensación con la que produce la inevitabilidad de nuestra propia muerte. Aunque la desesperanza que produce la muerte es sustituida, en el caso del enigma del cerebro, por inquietud, sí, pero también por un profundo sentido de maravilla, sorpresa, y curiosidad.

No podemos ver, no podemos siquiera saber que existe algo como una imagen, si tenemos un daño en la corteza visual del cerebro. Lo mismo sucede con otros sentidos, con la sensación de lo propio, con el sentido del tiempo, con el amor... el mundo real, ese mundo de “allá afuera”, se desmorona, al parecer, cuando hay fallas en ese cerebro que somos.

Probablemente la empresa de comprender cómo un cerebro puede dar origen a ese fenómeno maravilloso que es el yo, un ser humano, es la más interesante de este fin de siglo. ¿Quienes somos? Tal vez sólo cerebros, pero también, como bien nos lo recuerda Oliver Sacks, somos individuos, seres humanos. Y de eso, de que somos y por tanto existimos, es de lo único que podemos estar seguros.